miércoles, 18 de agosto de 2010

El yelmo de mambrino, la discusion y el secuestro (Capitulos 45-47)

Al llegar el barbero a la venta tuvimos una pequeña discusión. Discutimos acerca del yelmo. El ignorante barbero decía que el yelmo era una bacía. Por suerte tuve el apoyo del otro barbero, el cura, Cardenio, la princesa Micomicona y Luscinda. Ellos me apoyaron y dijeron que el objeto era en realidad el yelmo de Mambrino. Después de esto se armo una gran bronca cuando un cuadrillero de la Santa Hermandad quiso apoyar al barbero. Posteriormente otro desgraciado cuadrillero me quiso apresar por haber liberado a los galeotes y me llamo salteador de caminos, por fortuna me pude defender. Después del incidente el cura hablo con los cuadrilleros para que no me llevaran preso (nunca entendí porque lo hizo ya que yo me podía defender solo), también le pago una plata al barbero y al ventero (tampoco entendí porque lo hizo). El castillo estuvo en calma los siguientes dos días. En la noche del tercer día me paso algo inesperado. Estaba durmiendo en mi cama cuando de pronto me despertaron unos hombres disfrazados, me ataron y me metieron en una jaula. No pude hacer nada, eran demasiados, me tomaron desprevenido, no me pude defender. Mientras estaba en la jaula uno de los secuestradores me llamo Caballero de la Triste Figura y luego me relato toda una profecía. Después de escuchar la profecía, me calme un poco. La jaula en la que iba fue puesta sobre una carreta tirada por bueyes. Los bueyes empezaron a caminar. Poco después de haber iniciado el viaje fuimos alcanzados por un grupo de hombres, su jefe era un canónigo, pronto empezó a conversar con uno de los secuestradores. Lo único que pude escuchar es que el canónigo odiaba los libros de caballería. Al oír esto me sentí furioso, ofendido, lo único que quería hacer era matarlo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El oidor, el canto y los desgraciados encantadores (Capitulos 42-44)

Apenas el cautivo termino de contar su relato llegaron a la venta un señor acompañado de su hija. Dijo llamarse Juan Perez de Viedma y que iba para América con cargo de oidor. En el momento en el que el oidor pronuncio estas palabras el cautivo lo reconoció, era su hermano. El cura los presento a ambos y el oidor le dio la buena noticia a su hermano de que su padre aun vivía. El cautivo estaba muy emocionada. Dijo que se iba a preparar para ir hasta Sevilla a visitar a su padre y a bautizar a Zoraida.
Por la noche decidí hacer guardia montado sobre Rocinante. Al poco tiempo un mozo se acerco y empezó a cantar como si estuviese enamorado. Pude escuchar al interno del castillo que la hija del oidor, llamada Clara, hablaba sobre el mozo. Le estaba contando a la princesa Micomicona que aquel mozo de mulas en realidad era un distinguido vecino llamado Luis, que se había enamorado de ella y que la venia siguiendo sin que nadie se diera cuenta, excepto ella. Al terminar el canto de aquel mozo escuche que alguien me llamaba. Era la hija del señor del castillo que me llamaba atravez de una ventana con rejas de oro. Me estaba declarando su amor. Le dije que haría todo lo que ella quisiese excepto corresponderle el amor. Entonces me dijo que por lo menos le diera la mano para que así pudiese desahogar todo el deseo que sentía hacia mi. Acepte diciéndole que esa mano había sido utilizada para ganar grandes batallas. Apenas le di la mano sentí algo extraño como si me la estuvieran atando. Después de un rato trate de soltarme, trate y trate pero no pude por lo que decidí quedarme así hasta que amaneciera. Cuando ya casi amanecía llegaron varios hombres a caballo. Rocinante al ver a los caballos se movió inesperadamente por lo que me resbale. Al resbalarme quede colgado de mi brazo, sin pegar los pies a la tierra. Empecé a gritar y a gritar para que alguien me ayudara. Mis gritos despertaron a Maritornes la cual me vino a soltar el brazo. Estaba furioso, lo único que quería hacer era matar a esos desgraciados encantadores que me ataron el brazo. Los hombres que habían llegado al castillo eran criados del padre de Luis los cuales venían a traerlo para que este regresara a sus tierras. Luis dijo que no se iría ni muerto. De todo esto se entero el oidor. El oidor se dispuso a hablar amigablemente con su distinguido vecino. Mientras el oidor y Luis hablaban llego a la venta el barbero al cual le había quitado la bacía.

miércoles, 4 de agosto de 2010

La historia del cautivo (Capitulos 39-41)

Al terminar mi discurso el cautivo se dispuso a contar su vida. Dijo ser el mayor de tres hermanos y que habiendo escogido el ejercicio de las armas como profesión, había andado por muchos y diversos lugares. También contó que había participado en muchas batallas. El cautivo dijo haber sido apresado por el rey de Argel después de uno de sus viajes. Mientras estaba en la cárcel se pudo poner en contacto con una mora llamada Zoraida. Por una ventana el cautivo recibía mensajes que Zoraida hacia bajar en una cana. El cautivo contó que los mensajes, escritos en árabe eran traducidos por un moro renegado que le había ofrecido su amistad. Zoraida era hija de un acaudalado moro llamado Agi Morato. Agi Morato le ofreció al cautivo todo el dinero que necesitara con la condición de que llevara a su hija a España y se casara con ella. El cautivo contó que pudo pagar el rescate con el dinero aportado por Zoraida. También pudo conseguir un barco que los trasladara de Argel hasta España. Cuando el cautivo, acompañado del renegado y de otros compañeros cristianos, fueron a recoger a Zoraida, se despertó Agi Morato, por lo que tuvieron que llevarlo con ellos atado y amordazado. Cuando estaban en alta mar Agi Morato se enojo con su hija cuando se dio cuenta de que ella era cristiana y que iba a allí por su propia voluntad. Entonces, los cristianos, decidieron dejar al moro en una playa solitaria y continuar con su viaje. Contó el cautivo que al poco tiempo de estar en alta mar les ocurrió una desgracia: fueron atacados por unos piratas franceses. Los piratas les robaron todas sus pertenencias. Después del percance lograron llegar a las costas de España en donde fueron auxiliados por unos vecinos. Ahora el cautivo junto con Zoraida se disponían a buscar a sus padres y hermanos.